Empiezo a correr… y cuando la mente me las juega reacciono: no estoy corriendo solamente, estoy viviendo y respirando el momento donde intento llevar mi cuerpo y mi mente un nivel más arriba. Sigo corriendo pero ahora miro el paisaje, disfruto el fresco, pierdo el enfoque fijo de mis pies moviéndose y comienzo a usar todos mis sentidos al unísono. Intento sumergir mi cuerpo en una especie de meditación activa. Y sigo corriendo, no paro hasta la meta.. Como Filípedes?.
Era el 492 a.C. cuando comenzaron las primeras guerras médicas. Persia intenta conquistar la Grecia antigua y todo se descontrola en el Egeo!. La batalla en cuestión que quiero contarles(contarles… parafrasear quiero decir) ocurre en Maratón, un pueblito de poquitas casas en una playa a unos 37 kilómetros de Atenas.
Los persas se dirigían a Atenas para invadir y destruir; y corría la voz (según Herodoto) de que al llegar violarían y matarían a todos sin piedad. Ante tan semejante proclama, los atenienses, optaron por la solución más trágica para no sufrir en manos del enemigo: Matar a los suyos y quemar la ciudad. Atenas no caería en manos enemigas.(El drama definitivamente es griego!)
El general Milcíades «el Joven» fue el encargado de dirigir las tropas. Al parecer la batalla sería en la costa de Maratón, donde habían atracado los persas y sus 30000 soldados. (Herodoto cuenta 100000, uno más uno menos… todos sabemos que era un exagerado 😉 ) Los griegos solo contaban con 12000 soldados, casi un tercio de las tropas enemigas.
Milcíades no era ningún «caído del catre» y decidió ganar con estrategia. En vez de ubicar sus tropas en un frente recto las dividió en tres. Un gran frente y dos «cuasi» laterales en ángulos hacia el frente de batalla (Tranqui, hay dibujo). Optó por una formación de ataque «en Pinza».
Bien es sabido que en este tipo de batallas, donde la infantería se enfrenta cara a cara, los soldados más jodidos/badass van al frente y atrás los menos aguerridos. Esto Milcíades lo sabía. La formación en pinza intentaba en cierta forma provocar tres frentes de batalla, cerrar a los soldados de atrás y replegarlos sobre la primera línea dejando en el medio a los más fuertes, eliminando así primero a los más «débiles». Una suerte de círculo dónde los fuertes quedaban en el medio.
Entre las líneas enemigas de Milcíades y los persas habían unos 1500 metros. Los atenienses, grandiosos atletas, acortaron esa distancia corriendo. Al parecer hicieron un pique/sprint los últimos 200 metros para limitar el ataque de las flechas enemigas. Los pasaron por arriba!. Los que no murieron huyeron como pudieron y subieron a sus naves.
Inundados por un torrente de cólera, fuimos a su encuentro corriendo con lanza y escudo, de pie, hombre contra hombre, mordiéndonos los labios por la furia. Bajo la nube de flechas no podía verse el sol.
Más loable fue Filípedes, cuya misión fue ir hasta Esparta y traer refuerzos. Este hombre corrió 240km… y no, no murió.